domingo, abril 02, 2017

entrada número veintiséis

La memoria es jodidamente traicionera. A mi me gusta decir que la mía es selectiva, pero es mentira. Lo que pasa es que cada vez tengo más mala memoria. Voy tan acelerada por la vida que soy incapaz de retener lo que, a mi juicio, no es importante. Si me preguntas qué comí ayer, tendré que hacer esfuerzos sobrehumanos para recordarlo. La mayoría de las veces no me acuerdo de qué iba el último capítulo de la serie en cuestión que esté viendo. Y por supuesto, imposible retener en esta cabezota nombres, teléfonos, direcciones, qué día tengo revisión en el dentista, cada cuanto hay que cambiar las sábanas o cada cuanto tengo que tomarme la pastillita para dormir mejor. Encuentro bastante complicación en ser capaz de recordar este tipo de información cotidiana y al parecer imprescindible. Entonces, ¿cómo va a conseguir esta cabeza llena de pajaritos de colores recordar cosas de ese siniestro y abstracto concepto que llamamos 'pasado'? ¿Por dónde viajan nuestros recuerdos que hemos querido olvidar o, para ser sincera, y como es mi caso, directamente hemos olvidado? 

Recordar no sirve de nada. Pero yo siempre vivo con la sensación de que nuestro pasado nos vigila. Gira en torno a nuestro presente en una órbita concéntrica evitando a toda costa la colisión inminente que lo perturbe todo. ¿Es entonces el pasado, nuestra historia, algo abstracto e intangible que poco tiene ya de real y físico? A simple vista, diría que sí. Pero hace unos días descubrí que el pasado tiene su lugar en el mundo. Existe un auténtico estercolero de recuerdos en el ciberespacio esperando que lo visites para llevarte de la mano por un turbulento viaje a las entrañas de tus más que olvidados recuerdos. Y tiene un nombre endemoniado: 'Descarga nuestra app y consigue todas tus fotos de tuenti'. Bueno, me dije, ¿por qué no? Si Hermana ha superado ese viaje con éxito, yo también podré. Así que comencé la descarga de ese sugerente archivo zip. Mientras los megas ocupaban espacio en mi ordenador, pensé qué podría encontrarme allí y rápidamente caras ya no tan familiares, momentos, lugares, empezaron a hacerse hueco en mi hipocampo. El vértigo. Pero ¡qué cojones! Siempre he sido una kamikaze, así que iba a abrir aquella carpeta para iniciar un viaje al pasado sin cinturón de seguridad y sacando los brazos por la ventanilla.

Descarga completada.

Así fue como, rígidamente sentada delante de mi ordenador, con el cuerpo encogido y el dedo índice de mi mano derecha sobre la flecha de 'abajo' del teclado, inicié un viaje lleno de turbulencia para recorrer unos cinco o seis años de mi vida. Vaya panorama. Sucesión revuelta de lugares, momentos, situaciones que mi memoria de (niña) pez ya no alcanza a recordar. Y protagonizando toda esa sucesión de imágenes, yo. En todo mi esplendor. Dudosos cambios de pelo, atuendos que me imagino serían la moda del momento porque, perdonad, yo siempre he intentado estar a la última. Caretos, poses extrañas. ¿Iba a ser posible encontrarme saliendo bien en alguna foto? No. Aunque ni de broma mi yo de dieciocho-veintidós años sería lo que más me iba a perturbar. Acompañándome en aquellas imágenes fue apareciendo una variada sucesión de co-protagonistas, actores secundarios compartiendo aquellas escenas conmigo. Compartíamos salidas nocturnas, fiestas, cenas, cumpleaños, viajes. Algunos me abrazaban, me agarraban por el hombro, posaban conmigo manita levantada en gesto de victoria, alguno me besaba... Por si fuera poco, asociadas a cada una de esas imágenes, se sucedían frases escritas por sujetos con nombre y apellidos, palabras inertes allí abandonadas, sometidas al más triste de los olvidos y que habían perdido para siempre todo su significado. Palabras de cariño, bromas, anécdotas ligadas a personas que ya no están en mi vida, pero que compartieron todo aquello que yo soy ya incapaz de recordar, de evocar. Sabes que fuiste feliz pero no tienes claro ya ni cómo ni por qué. Simplemente no te reconoces. ¿Has cambiado? ¿Te han cambiado? ¿Todo lo ocurrido era necesario para llegar donde estoy ahora? Y todas esas personas, ¿qué habrá sido de ellas? Algunas casi no las llegaste a conocer, otras simplemente se distanciaron o te echaron de sus vidas o, seamos sinceros, las echaste tú. En cierto modo es justo. Todos esos momentos, esas personas, las vivencias compartidas, mantienen un equilibrio mágico que permite que estén allí reunidos en ese estercolero de recuerdos. El pasado conserva ese equilibrio estable que es mejor no tocar.

Aún así, allí sentada frente a la pantalla, me dejé llevar durante unos minutos largos por aquel torbellino emocional y me pregunté que qué habría sido de muchos de ellos, ¿serán felices? Supongo que muchos habrán cambiado, quizás madurado. Algunos habrán alcanzado sus sueños, aquellos que igual compartimos en algún momento. Puede que muchos hayan cambiado a peor, suele pasar. A algunos les asoman más las ideas y otros, como yo, habrán encontrado su lugar en el mundo. En ese momento de ¿nostalgia? me pregunté también si habrían pensado en mi en todo este tiempo. ¿Has pensado en mi? Sí, tú, que formaste parte de este viaje, si de casualidad me estuvieses leyendo, yo que sé, te deseo lo mejor.

Si bien es cierto que entre medias de aquellas personas del pasado aparecían también las constantes, las que dan sentido a todo, las que a mi me gusta abrazar con fuerza siempre que puedo. Las que lo hacen todo más fácil.

En fin, ya lo dice Iván (Ferreiro), no hagas viajes al pasado, que al volver te sientes mal. Había perdido un poco la cordura que invade el presente que hoy disfruto mientras respeto todo lo ya vivido. Necesitaba recuperar de nuevo la coherencia, así que acudí a Hermana (¿a quién si no?) y ella puso punto y final a este turbio viaje en el tiempo con un 'Cris, ¿pero de quién me estás hablando?'

No hay comentarios:

Publicar un comentario