Por fin te acabas dos mil dieciséis. Pero aunque pienses lo contrario, no te pienso olvidar, porque tú, precisamente tú, me has enseñado mucho. Es una pena que haya sido a base de bofetadas una tras otra, pero 'dicen que se aprende a golpes con dolor'. Y yo he recibido muchos golpes este año. Hasta que me cansé, y decidí empezar a darlos yo (literal, me apunté a boxeo y ahora dosifico la violencia que tengo en el interior dando puñetazos a un saco más grande que yo).
Como soy una persona lista, hago esfuerzos por transformar todas esas cosas tan desagradables en recuerdos que dejar atrás. Los peores los busco y rebusco entre la basura, sé perfectamente cuáles son, los meto en bolsas negras de diez litros y los saco por la puerta de atrás. Dejo las bolsas apoyadas contra el contenedor, les doy una patada y que sea lo que dios quiera. Ahí os quedáis. Tengo suerte de tener una memoria selectiva y mucha mala leche.
Pero todo esto iba de lo que el dos mil dieciséis me ha enseñado. Imposible hacer un balance ordenado de menos a más y esas cosas, porque en mi cabeza las ideas se van atropellando unas a otras y todo es muy caótico. Ha habido de todo este año. Mi cabeza era una mezcla de pensamientos que se iban pisoteando unos a otros para ver quién podía más. Los destructivos empujaban hasta el fondo, llevándose todo lo que pillaban por delante; los tristes viajaban sin rumbo, tratando de esquivar los recuerdos; los más cobardes se quedaban quietos, estorbando, frenando el funcionamiento de todo lo demás. Pero luego estaban los pensamientos felices, dispersos, lejos unos de otros, intentando encontrar un hilo conductor que los llevase a todos juntos de la mano, pisando con fuerza, derrotando todo lo anterior.
Encontré ese hilo conductor, era yo misma, mi fuerza de voluntad, mis ganas, la energía que a veces no sabes de dónde sacar. Gracias a ello, los pensamientos felices empezaron a crear bulto en mi cabeza, se fueron uniendo y haciéndose fuertes. Y fueron aplastando lo malo, aunque no todo. Es importante que haya siempre un equilibrio, y de eso hay que ser consciente siempre.
Todo esto me ha permitido en esta etapa final del dos mil dieciséis abrir los ojos y mirar hacia afuera. Ya me había dado cuenta de que la gente te decepciona y que aquellos que creías buenos solo camuflaban ser el auténtico demonio con una piel de cordero muy suave y muy blanca. Pero lo verdaderamente interesante está en aquellas personas que te sorprenden para bien. Suelo prejuzgar, y mucho. Suelo pensar que alguien ya no me va a caer bien si no me ha entrado de buenas a la primera. Muchas veces acierto y me reafirmo. Pero cómo me gusta cuando me equivoco y descubro que alguien no era como yo pensaba, sino mucho mejor! Y es que la gente no solo te sorprende para mal, gracias a dios.
Como te decía al principio, creo que te recordaré siempre. Será fácil identificarte como el año en que 'me pasó esto'. O no, a lo mejor te olvido más rápido de lo que pienso. A lo mejor el dos mil diecisiete me pilla desprevenida y me abruma con tantas cosas buenas que tú te convertirás en algo difuso y casi invisible. Ojalá. De momento, quiero ser consciente de que has existido. Quería pensar durante estos últimos días antes de que te acabes, que cuando sonasen esta noche las doce campanadas te esfumarías de golpe, desaparecerías y empezaría el nuevo año como si no hubieses sido más que un mal sueño. Pero como mañana la vida seguirá su curso cambie o no cambie el año, te llevaré cargadito a la espalda, pero no pensaré /mucho/ en ti. Y digo /mucho/ porque sorprendentemente también me has dado motivos para estar contenta.
Sí, porque gracias a ti, sé que he acertado. No me equivoqué cuando quise estudiar arquitectura. No me equivoqué cuando tuve dudas y aún así seguí adelante. No me equivoqué a pesar del esfuerzo, de sacrificar horas de diversión o de no haber tenido la mejor vida universitaria. Porque todo eso se ha visto recompensado este año. No sé que me deparará la vida profesional, pero estoy dispuesta a seguir esforzándome siempre, a aprender de todo y de todos los que me rodean en mi trabajo. Creo que estoy en el lugar en el que tengo que estar, y eso resulta reconfortante y tranquilizador. Al final nuestra profesión nos va a acompañar toda nuestra vida y es quien nos hace ser quien somos, y si no estamos en paz ahora, desde el principio, no creo que lo podamos estar nunca. Leía hace poco en un tuit que 'Si no puedes hacer lo que quieres, trata de querer lo que haces' es de perdedores conformistas; creo que no sentirme identificada con ello es lo mejor que me ha podido dar este año.
Tengo todas mis esperanzas puestas en el dos mil diecisiete. Sin dudar. Tiene que ser un buen año seguro. No se me da muy bien lo de hacer lista de propósitos para el nuevo año, además me parece un poco ñoñote y probablemente no acabe cumpliendo nada. Pero sí me gustaría tener algunas cosas en cuenta, dejarlas aquí plasmadas por si dentro de un año he olvidado todo esto y me apetece volver a este rincón y ver qué pensaba por aquel entonces.
Con el frío que entra siempre por la ventana de mi habitación, lo primero que se me pasa por la cabeza es aislarme. Pero no aislarme del mundo, de la gente buena y de las cosas buenas. Sino precisamente, aislarme de aquello que te hiela la sangre, que te pone muy nerviosa y te hace temblar de miedo o de yo que sé. Protegeré bien todos los huecos, taparé grietas y fisuras, dejaré curadas todas las heridas para que no vuelvan a infectarse. Me aislaré bien para conservar el calor cuando sienta frío, o para sentir frescura cuando todo se esté incendiando fuera. Abriré las ventanas si me apetece y cuando me apetezca, para ventilar un poco cada vez que me sienta recargada. Si entra demasiado el frío, cerraré rápido y volveré al confort, allí donde te sientes a gusto de verdad. Estaré alerta, porque si algo he aprendido trabajando es que los aislantes no son fiables en un ciento por ciento. Puedes protegerte del agua con una buena impermeabilización pero la gota es muy puñetera, porque es paciente pero insistente. Golpea en el mismo punto y puede hacerlo de forma silenciosa, pero continua. Se va haciendo fuerte y joder, acaba entrando. Y puede hacerlo después de años dando por saco en algún lugar que tú ignoras. Así que ojito, que nunca sabes cuando puede aparecer esa gota de los collons. Al menos tiene fácil solución, la secas, tapas el agujero por el que se coló y ala.
Ojalá tener menos ojeras en dos mil diecisiete. Eso significaría que duermo como una persona normal y me acuesto a horas decentes. Me da que voy a ir a peor. Una persona a la que admiro enormemente, dice que las grandes mentes (como la suya) no deben dormir más de cinco horas al día porque estarían perdiendo el tiempo. Conciliar el sueño y dormir plácidamente me supone un esfuerzo la mayoría de los días, porque voy a doscientos por hora y no hay quien le ponga freno a mi cabeza. Mi mente no descansa, por eso este año, si voy a estar más despierta que dormida, voy a intentar invertir esas horas en cosas que me resulten útiles. Leo mucha poesía, me he vuelto una intelectual pedante creyéndome mejor por ello, pero que no, de verdad, que me ayuda a calmar mis pensamientos y me hace querer escribir más tonterías. Bueno, cada uno encuentra placer en lo que puede.
Espero abrazar más. Me encanta la gente que abraza de verdad. No en plan ¡ay qué asco! Los abrazos fuertes que duran los segundos exactos y que te reconcilian con todo. Aunque me he dado cuenta de que la gente de mi edad no abraza. Los jodidos millenials, cuánta tibieza les corroe. Pues a mi me encanta abrazar, ir a dar dos besos a alguien y de repente ¡ey, te pillé! A ver si también me pillan a mi despistada de vez en cuando y me abrazan más.
Hablando de abrazar, abrazaré más a la botella de vino. Me encantaría beber más vino y saber más de vinos, porque mira, bebo muy variado y no tengo ni idea de diferenciar unas cosas de otras y yo lo de poner cara de póker y decir ajá, lo llevo muy mal. Los arquitectos tenemos que saber un poco de todo, y yo encima que soy muy curiosa, quiero saber más de vinos.
Voy a intentar ser más rubia y menos tonta. Menos crédula. Me gusta esto del cambio de look. Bye al rizo, sí al rubio, no al patriarcado.
Quiero ahorrar, eso nunca me ha costado mucho. No soy tacaña, pero sí sé dosificar. Quiero ahorrar porque quiero poder hacer el Máster de mis sueños, que me lleve a hacer el trabajo de mis sueños y por qué no, vivir en la ciudad de mis sueños. No, en serio, que lo he soñado y ha sido premonitorio. Pero como no sé si será abarcar mucho para el dos mil diecisiete, empezaré por lo de ahorrar y ya que todo fluya.
Ya está, conseguido.
He sobrevivido al jodido dos mil dieciséis,
sigo viva
y no tengo miedo.
Como te decía al principio, creo que te recordaré siempre. Será fácil identificarte como el año en que 'me pasó esto'. O no, a lo mejor te olvido más rápido de lo que pienso. A lo mejor el dos mil diecisiete me pilla desprevenida y me abruma con tantas cosas buenas que tú te convertirás en algo difuso y casi invisible. Ojalá. De momento, quiero ser consciente de que has existido. Quería pensar durante estos últimos días antes de que te acabes, que cuando sonasen esta noche las doce campanadas te esfumarías de golpe, desaparecerías y empezaría el nuevo año como si no hubieses sido más que un mal sueño. Pero como mañana la vida seguirá su curso cambie o no cambie el año, te llevaré cargadito a la espalda, pero no pensaré /mucho/ en ti. Y digo /mucho/ porque sorprendentemente también me has dado motivos para estar contenta.
Sí, porque gracias a ti, sé que he acertado. No me equivoqué cuando quise estudiar arquitectura. No me equivoqué cuando tuve dudas y aún así seguí adelante. No me equivoqué a pesar del esfuerzo, de sacrificar horas de diversión o de no haber tenido la mejor vida universitaria. Porque todo eso se ha visto recompensado este año. No sé que me deparará la vida profesional, pero estoy dispuesta a seguir esforzándome siempre, a aprender de todo y de todos los que me rodean en mi trabajo. Creo que estoy en el lugar en el que tengo que estar, y eso resulta reconfortante y tranquilizador. Al final nuestra profesión nos va a acompañar toda nuestra vida y es quien nos hace ser quien somos, y si no estamos en paz ahora, desde el principio, no creo que lo podamos estar nunca. Leía hace poco en un tuit que 'Si no puedes hacer lo que quieres, trata de querer lo que haces' es de perdedores conformistas; creo que no sentirme identificada con ello es lo mejor que me ha podido dar este año.
Tengo todas mis esperanzas puestas en el dos mil diecisiete. Sin dudar. Tiene que ser un buen año seguro. No se me da muy bien lo de hacer lista de propósitos para el nuevo año, además me parece un poco ñoñote y probablemente no acabe cumpliendo nada. Pero sí me gustaría tener algunas cosas en cuenta, dejarlas aquí plasmadas por si dentro de un año he olvidado todo esto y me apetece volver a este rincón y ver qué pensaba por aquel entonces.
Con el frío que entra siempre por la ventana de mi habitación, lo primero que se me pasa por la cabeza es aislarme. Pero no aislarme del mundo, de la gente buena y de las cosas buenas. Sino precisamente, aislarme de aquello que te hiela la sangre, que te pone muy nerviosa y te hace temblar de miedo o de yo que sé. Protegeré bien todos los huecos, taparé grietas y fisuras, dejaré curadas todas las heridas para que no vuelvan a infectarse. Me aislaré bien para conservar el calor cuando sienta frío, o para sentir frescura cuando todo se esté incendiando fuera. Abriré las ventanas si me apetece y cuando me apetezca, para ventilar un poco cada vez que me sienta recargada. Si entra demasiado el frío, cerraré rápido y volveré al confort, allí donde te sientes a gusto de verdad. Estaré alerta, porque si algo he aprendido trabajando es que los aislantes no son fiables en un ciento por ciento. Puedes protegerte del agua con una buena impermeabilización pero la gota es muy puñetera, porque es paciente pero insistente. Golpea en el mismo punto y puede hacerlo de forma silenciosa, pero continua. Se va haciendo fuerte y joder, acaba entrando. Y puede hacerlo después de años dando por saco en algún lugar que tú ignoras. Así que ojito, que nunca sabes cuando puede aparecer esa gota de los collons. Al menos tiene fácil solución, la secas, tapas el agujero por el que se coló y ala.
Ojalá tener menos ojeras en dos mil diecisiete. Eso significaría que duermo como una persona normal y me acuesto a horas decentes. Me da que voy a ir a peor. Una persona a la que admiro enormemente, dice que las grandes mentes (como la suya) no deben dormir más de cinco horas al día porque estarían perdiendo el tiempo. Conciliar el sueño y dormir plácidamente me supone un esfuerzo la mayoría de los días, porque voy a doscientos por hora y no hay quien le ponga freno a mi cabeza. Mi mente no descansa, por eso este año, si voy a estar más despierta que dormida, voy a intentar invertir esas horas en cosas que me resulten útiles. Leo mucha poesía, me he vuelto una intelectual pedante creyéndome mejor por ello, pero que no, de verdad, que me ayuda a calmar mis pensamientos y me hace querer escribir más tonterías. Bueno, cada uno encuentra placer en lo que puede.
Espero abrazar más. Me encanta la gente que abraza de verdad. No en plan ¡ay qué asco! Los abrazos fuertes que duran los segundos exactos y que te reconcilian con todo. Aunque me he dado cuenta de que la gente de mi edad no abraza. Los jodidos millenials, cuánta tibieza les corroe. Pues a mi me encanta abrazar, ir a dar dos besos a alguien y de repente ¡ey, te pillé! A ver si también me pillan a mi despistada de vez en cuando y me abrazan más.
Hablando de abrazar, abrazaré más a la botella de vino. Me encantaría beber más vino y saber más de vinos, porque mira, bebo muy variado y no tengo ni idea de diferenciar unas cosas de otras y yo lo de poner cara de póker y decir ajá, lo llevo muy mal. Los arquitectos tenemos que saber un poco de todo, y yo encima que soy muy curiosa, quiero saber más de vinos.
Voy a intentar ser más rubia y menos tonta. Menos crédula. Me gusta esto del cambio de look. Bye al rizo, sí al rubio, no al patriarcado.
Quiero ahorrar, eso nunca me ha costado mucho. No soy tacaña, pero sí sé dosificar. Quiero ahorrar porque quiero poder hacer el Máster de mis sueños, que me lleve a hacer el trabajo de mis sueños y por qué no, vivir en la ciudad de mis sueños. No, en serio, que lo he soñado y ha sido premonitorio. Pero como no sé si será abarcar mucho para el dos mil diecisiete, empezaré por lo de ahorrar y ya que todo fluya.
Ya está, conseguido.
He sobrevivido al jodido dos mil dieciséis,
sigo viva
y no tengo miedo.